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La utilidad del poder
15 JUNIO, 2018 Por: OSCAR MORALES
RODRÍGUEZ (ECONOMISTA CON UN MAGISTER EN POLÍTICAS PÚBLICAS. COLABORADOR
DE VARIOS MEDIOS NACIONALES.)
A lo largo de la historia de las
naciones, se ha demostrado que el problema del poder no es ostentarlo, sino
cómo usarlo. Hay muchos ejemplos de qué ocurre cuando el poder es bien o mal
utilizado. Las potestades que te entrega el poder no son dañinas en sí mismas,
pero en su práctica está la potencial vileza.
Hay algunos líderes políticos que
utilizan el poder para ejercer el dominio absoluto contra una población, en
lugar de emprender proyectos que eleven el desarrollo humano de sus ciudadanos.
Están otros gobernantes que prefieren dedicarse a perseguir a sus disidentes, cerrar
medios de comunicación, pisotear las leyes y aplicar reformas que le permitan
eternizarse, antes que fomentar la convivencia nacional y generar prosperidad
en la sociedad.
Sobran los casos de políticos que
terminan desvirtuando su autoridad y consumen sus días finitos en buscar la
concentración de poder para su ego, olvidándose que están ahí para escuchar las
demandas sociales y propiciar la creación de la riqueza nacional para
distribuirla con mayor equidad.
En concreto, si utilizas el poder
para hacer tu voluntad personal, terminarás convirtiéndote en una bestia
hegemónica destructiva, y no será difícil que aniquiles 70% del aparato
industrial de tu país, ni mucho menos ejecutes extrajudicialmente a 8.000
personas o encarceles a 1.300 por causas políticas.
No obstante, si administras el
poder respetando a las minorías y aceptando la pluralidad de visiones, entonces
estarás más cerca de construir un país equilibrado y armonioso con buenos
niveles en la calidad de vida de sus habitantes.
De nada vale empeñarse en la
acumulación del poder, porque no hay nada más transitorio y escurridizo que el
mando
Antes de nosotros existieron
poderes que se abrigaban con fundamentos supremos: Las dinastías chinas, el
Imperio Romano, Alejandro Magno, Gengis Khan o Napoleón Bonaparte. No importó
el número de años de señorío, ni sus apariencias de indestructibilidad y ni sus
influjos imperiales, siempre terminaron derribados y/o consumidos su “grandeza”
por la ley natural de la vida.
El poder no debe pretender que
agrega un minuto más de permanencia, por el contrario, debe considerar que
agota un minuto de su existencia finita. “El hombre más poderoso es el que es
dueño de sí mismo”, dijo Séneca.
El poder mal utilizado aplicará
coacción hacia sus dirigidos, inmovilizará el pensamiento y finalizará en
obediencia autoritaria dogmática. Bien distinto sería si se aprovecha el poder
para convocar a todas las fuerzas vivas del país y/o promover consultas
ciudadanas, seguramente de ahí resultará un proyecto nacional fértil que derrame
prosperidad.
De modo que dependiendo de cómo
uses la facultad que arropa el poder, terminarás polarizando y empobreciendo a
la sociedad o generando bienestar y confort.
¡Qué olor tendrá el poder que unos quieren imponer
y otros dialogar!
¡Qué sonido tendrá el poder que unos prefieren
hostigar y otros indultar!
¡Qué sabor tendrá el poder que a
unos enloquece y a otros ennoblece!